Hoy compartimos un titular que ha llamado nuestra atención y que tiene mucho que ver con la protección del interés superior del menor en el ámbito de los procesos judiciales. Y es que, de la misma forma que los jueces deben adoptar sus decisiones basándose principalmente en la protección de los niños, su bienestar debe quedar salvaguardado también en su acceso a la justicia.
Por eso llama la atención que, según las cifras que maneja la Asociación Española de Abogados de Familia (Aeafa), el 55 por ciento de los menores que comparecen en juicios de divorcio lo hagan en un “espacio hostil”. ¿Qué podemos hacer para evitarlo?
Menores en juicios de divorcio: evitar un “espacio hostil”
Las cifras que manera esta asociación, recogidas en el IV Observatorio del Derecho de Familia, aseguran que más de la mitad de los niños y niñas (55 por ciento) que acuden a un juzgado por una crisis de familia comparecen en la sala de vistas y el mismo día de la celebración del juicio donde sus padres litigan, con el componente de miedo, tensión y ansiedad que eso supone.
Además, tan solo el 6 por ciento de los menores en España declara en un entorno o sala amigable y adecuada para ello. El 35 por ciento restante lo hace en el despacho del juez.
No hay que perder de vista que las experiencias que viven los menores en un entorno judicial son de por sí desagradables, sumándose a la lista de malos recuerdos que pueden acumularse durante una ruptura familiar que no ha sido elegida por ellos.
Además, las preguntas a las que deben dar respuesta durante estos procesos suelen ser difíciles y colocarles en situaciones incómodas: no ayuda el hecho de tener que responderlas en un entorno en el que jueces y fiscales se encuentran en una situación formal, vestidos con togas. El trauma en estos casos puede ser mucho mayor cuando, en la práctica, evitar este tipo de escenario resulta sencillo.
Hay que poner en valor el hecho de que la audiencia del menor es una prueba habitual en los procedimientos judiciales de divorcio o rupturas de pareja, así como en lo procedimientos de modificación de medidas y violencia doméstica.
Son todos ellos procesos complicados y, si bien es lógico y positivo que los niños y las niñas ejerzan su derecho a ser escuchados cuando los padres y las madres discrepan sobre asuntos que les atañen directamente (especialmente guarda y custodia, régimen de visitas, el lugar de residencia, cambio de colegio, etc.), esto no quiere decir que ‘valga todo’ a la hora de conocer su opinión.
Es más, es posible que el resultado de la exploración del menor, que sería la entrevista o conversación en presencia del juez y del Ministerio Fiscal, no sea del todo realista si el menor se encuentra intimidado de alguna forma.
Hay que tener en cuenta que, durante estas entrevistas, no están presentes ni los padres ni los abogados, precisamente para garantizar una mayor privacidad. Sin embargo, esto también deja más desprotegidos a los niños en este tipo de situación.
Precisamente el objetivo de estas entrevistas es que el menor pueda expresarse con libertad y comodidad, algo más complicado en un entorno hostil. Por eso, desde Aeafa, y también desde nuestro despacho, defendemos la idea de poner a disposición de los niños salas especiales para la práctica de esta prueba, algo fundamental no solo para el bienestar del menor, sino para que el resultado de la entrevista sea verídico y refleje la realidad de la opinión del niño.
Del mismo modo, sería conveniente evitar que la exploración del menor se realice el mismo día del juicio, ya que se encontrarán en el mismo espacio padres, abogados, testigos… lo que puede enrarecer el ambiente y cohibir a los menores.
Sin embargo, la realidad es otra: el IV Observatorio de Aeafa asegura que el 55 por ciento de las intervenciones se producen el mismo día del juicio, el 20 por ciento durante el mismo día pero a una hora distinta, y solo un 25 por ciento en una fecha diferente.
¿Qué podemos hacer como progenitores para que el menor declare tranquilo?
La sala y el momento de la exploración no son los únicos factores determinantes: por supuesto, la información de que disponga el menor acerca de su rol en este proceso es básica para que se sienta cómodo y tranquilo.
Cabe recordar, además, que la exploración de menores no siempre es necesaria: esto será así cuando su opinión incida en la decisión judicial y cuando tengan la madurez suficiente para declarar, normalmente a partir de los 12 años.
En estos casos, es frecuente que los progenitores, en su cruzada por conseguir ‘ganar’ el proceso, contaminen al niño con un exceso de información y con peticiones específicas acerca de qué debe declarar durante esta exploración.
De esta forma, el niño puede sentir una gran presión por complacer a cada una de las partes o a una de ellas: en su cabeza, es fácil que termine pensando que el resultado del proceso dependerá de su declaración y que se generen sentimientos de culpa posteriores.
Por eso es importante que, como padres y madres, evitemos presionar a los niños, dándole a esta exploración la importancia que realmente tiene: se trata de un espacio en el que el niño deberá expresar su opinión, sin sentir que de ello dependerá ‘castigar’ o ‘premiar’ a un progenitor u otro. El niño debe tener claro que la decisión final la tomará el juez, evitando que cargue ningún peso en relación con el proceso y su resolución.
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