¿Es distinto el duelo cuando se produce la ruptura de un matrimonio a cuando no existe este vínculo? ¿Influye el hecho de que la pareja tenga hijos o una hipoteca en común? ¿Y la duración de la relación? Sobre este interesante asunto trata este reportaje publicado en ‘La Vanguardia’, en el que he tenido el placer de colaborar aportando mi punto de vista profesional, tanto fruto de mi práctica legal como de la realidad que vemos en el día a día de nuestro despacho.
La conclusión unánime, tanto para psicólogos y demás expertos consultados como para quienes vemos la ruptura desde el punto de vista legal, es idéntica: el dolor no entiende de papeles ni de vínculos jurídicos, y tiene mucho más que ver con aspectos emocionales y personales.
Duelo del ‘divorcio’ sin casarse: mismo dolor con papeles o sin ellos
Hay factores que pueden influir en cómo nos tomamos la ruptura. Por ejemplo, nuestro grado de dependencia de la otra persona. Hay quienes superan este tipo de situaciones con relativa facilidad de forma natural y quienes muestran un apego menos seguro, quedando anclados en el pasado durante más tiempo.
El espectro de reacciones es amplio y depende también de nuestro momento vital: para algunas personas puede ser más traumático divorciarse a una edad avanzada porque piensan que será más difícil encontrar a alguien; para otras, la madurez hace que una potencial ruptura sea afrontada con mucha más naturalidad y que ese nuevo espacio vital sea visto incluso como una oportunidad de crecimiento.
Tampoco es lo mismo tener una vida equilibrada, con varios pilares que nos sustenten, que todo lo contrario. Por ejemplo, la estabilidad laboral y económica, contar con familia y amigos, tener una vivienda propia en la que poder refugiarnos con facilidad… son elementos clave que servirán de red y que ayudarán a que nuestra vida no se desmorone.
Lo que sí es cierto es que el hecho de estar casados puede complicar la logística. Al fin y al cabo, habrá una serie de vínculos legales que romper. Sin embargo, ello no tiene por qué resultar complejo: lo idea, como siempre defendemos desde Crespo Law, es llegar a acuerdos amistosos y justos, de forma que el juez simplemente deba validar el convenio regulador pactado previamente. En caso de que no haya niños, es posible incluso divorciarse ante notario.
También es cierto que en caso de matrimonio puede que la proyección a futuro de la pareja fuera más clara y que, por ello, la ruptura duela más y se tome como un fracaso de un proyecto vital. Sin embargo, muchas parejas construyen un vínculo de igual entidad sin necesidad de casarse; otras, a pesar de estar casadas, no llegan nunca a tomarse tan en serio su unión, teniendo clara desde el principio la posibilidad de romper este vínculo legal en cualquier momento.
En definitiva, el dolor que produce una ruptura, sea cual sea su tipo, su duración… es algo muy personal que dependerá de múltiples factores, siendo el lazo legal solo uno más de ellos, y de relativa importancia.
Tal y como recoge este reportaje, existe un factor social importante: decir “me divorcié” tiene un peso y una connotación distinta a hablar de una simple ruptura, tal vez porque seguimos pensando que un matrimonio es más serio que otro tipo de unión. Nada más lejos de la realidad, tal y como nos demuestra la práctica cada día.
La presencia de hijos: ¿Cómo influye en el dolor de la ruptura?
Más allá de la existencia o no de matrimonio, la presencia de hijos en común sí puede ser un factor determinante en el grado de dificultad emocional de la ruptura. Al fin y al cabo, ello nos obligará a mantener un vínculo para toda la vida, nos guste o no.
La ruptura emocional se vuelve entonces potencialmente mucho más complicada, y nos veremos obligados a negociar durante largo tiempo y a mantener una relación, cuanto menos, cordial y respetuosa.
¿Cómo conseguirlo? Lo ideal es una ruptura sin dolor ni rencillas, madura y respetuosa, en la que ambas partes se tomen el tiempo necesario para negociar y comunicarse de forma saludable. Si existe un desequilibrio en cuanto a voluntad de cerrar la relación, es conveniente que todo el proceso se viva con delicadeza y con responsabilidad emocional por ambas partes, creando los espacios y los tiempos necesarios para que la parte más dolida pueda asumir la ruptura y comenzar a negociar sus términos.
Casi siempre resulta, como mínimo, conveniente y beneficioso acudir a terapia y/o a mediación familiar para aprender las técnicas necesarias para superar la ruptura y hacerla lo más limpia y comunicativa posible. En otras situaciones esta posibilidad se vuelve imperativa, especialmente en caso de conflicto elevado, infidelidades y demás situaciones que afeen el proceso y generen un extra de dolor.
La convivencia y los elementos económicos también complican las cosas: no es lo mismo que cada uno cuente con medios suficientes y una vivienda propia que una situación de desigualdad económica en la que una de las partes se vea abocada a buscar un nuevo inmueble en el que vivir sin disponer de medios suficientes para conseguir un espacio vital adecuado a sus necesidades.
Por eso es tan importante no renunciar a nuestra carrera profesional y mantener una economía saneada y un colchón de ahorros suficiente, imprescindible para protegernos ante cualquier eventualidad. La existencia de deudas conjuntas, hipotecas, bienes y negocios compartidos… también puede sumar complejidad.
En cualquier caso, tal y como explico para ‘La Vanguardia’, si hay menores de por medio, es lo mismo una ruptura sin matrimonio a un divorcio en cuanto al régimen de visitas, custodia, alimentos… La diferencia es que, en el procedimiento procesal, se presentará una demanda de divorcio si estaban casados o una demanda de extinción de pareja estable si era una pareja de hecho.
Por otro lado, es exclusivo de los procedimientos de divorcio el hecho de que, si uno de los cónyuges se ha visto descompensado en su nivel de vida, puede reclamar una prestación compensatoria, mientras que en las parejas de hecho sería una pensión de alimentos, que no puede superar el período de tres años.
En el caso de Cataluña, para que esa pareja sea considerada una pareja de hecho debe haberse inscrito como tal en el Registro de parejas estables de Cataluña o, de lo contrario, se debe poder demostrar una convivencia de más de dos años. En caso de que esa pareja tenga un hijo en común, automáticamente se la considera una pareja de hecho.
Por encima de todo, no creo que un divorcio lo haga más difícil o engorroso a la hora de separarse: el matrimonio hasta protege más en casos donde existe un desequilibrio económico, especialmente a las mujeres que dejan de trabajar de forma remunerada o cogen una jornada reducida, como es el típico caso de la ama de casa, porque tienen derecho a esa pensión compensatoria, tengan o no hijos.
La complejidad o no de esa separación va a estar dada por las personas más que por el trámite en sí. Evidentemente, cuando hay hijos se complican más las cosas, pero aquí sí que da igual estar casado o no estar casado. La mayor cantidad de conflictividad se da en disputas por la custodia, sobre todo si hay hijos bebés, también por la educación que se les quiere dar y por el uso de la vivienda familiar. Incluso tengo divorcios muy complicados porque no se ponen de acuerdo en la custodia de la mascota.
Si necesitas ayuda en cualquier asunto legal relacionado con Derecho de Familia, contacta con nuestro equipo de abogadas.